Así dice un proverbio popular en mi país. Pero Isaías 42:3, refiriéndose al ministerio de restauración del Mesías, dice: *»No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde» (NVI)
Primeramente, nace en nuestro corazón una enorme gratitud al Señor porque nos ha sostenido en los tiempos que hemos estado quebrantados, rotos y desalentados.
También entiendo que si Jesús, siendo perfecto, es capaz de hacer esto; nosotros necesitamos tener compasión y misericordia de los quebrantados, aún cuando estén padeciendo las consecuencias de sus propios errores. La marca de un verdadero discípulo de Jesús es el amor por encima de la justicia. Al final, se nos prohíbe juzgar, pero se nos ordena amar. Reflexionemos si en nuestra mente hemos pensado: «me alegro de que le pase», «se lo merece», «déjalo que sufra para que aprenda». Si tenemos la mente de Cristo y el Espíritu del Señor, correremos al auxilio de las cañas quebradas y las mechas que apenas arden, las repararemos y las encenderemos otra vez, para la gloria de Dios.
¿Conoces a alguien que esté sufriendo en este tiempo? ¿Te decides a restaurar al caído?
Excelente reflexión